Hoy participo en el XII Seminario Internacional sobre la aplicación de la convención sobre los derechos del niño organizado por el comité del País Vasco de UNICEF y el Máster de Cooperación Internacional descentralizada de la UPV/EHU para moderar la ponencia de Karlos Pérez de Armiño, profesor de Relaciones Internacionales en la UPV, investigador y consultor de Hegoa, sobre la “La ayuda humanitaria y las emergencias complejas: el marco teórico para la acción”.
Y es que no somos conscientes de las heridas que dejan abiertas los desastres naturales o conflictos bélicos en los países en vías de desarrollo. Tan sólo centramos nuestra atención en ellos durante los desastres pero a las pocas semanas o meses nos olvidamos de que la verdadera tragedia comienza después cuándo sus habitantes, sobre todo los más vulnerables, tienen que regresar a sus vidas desde cero y afrontar el día a día sin nada, ni siquiera alimentos.
Éste es el caso de las dos emergencias humanitarias que tiene abiertas ahora mismo UNICEF en Haití y Pakistán. Todos seguimos en directo el terremoto que hace un año hizo temblar Haití o las inundaciones que arrasaron el sexto país más poblado del mundo en Pakistán, pero poco o nada sabemos ya de qué situación sufren sus habitantes. Seguro que más duro que encajar esa tragedia es afrontar la reconstrucción sin nada y con las heridas abiertas de haber perdido a la familia, el trabajo, el hogar… y sobre todo la esperanza.
En Haití bastaron 38 segundos para acabar con las vidas de 300.000 personas, dejar 1,3 millones de desplazados y provocar 8 millones de dólares de pérdidas materiales en uno de los países más pobres de América. Después un brote de cólera contagió a cientos de miles de haitianos y remató la vida de otros 3.000. Un brote que ahora se controla garantizando tan sólo el acceso a agua potable o asegurando que la población se lava las manos antes de comer. Éste es el contexto en el que trabaja la ayuda humanitaria de emergencia. Responder de una manera rápida a las necesidades más básicas de la población para garantizar su supervivencia. A la vez, que aprovecha la tragedia como una oportunidad para asentar las bases de una mejor calidad de vida y desarrollo. Y es que la situación tan mala de la infancia en Haití tan sólo es superada por algunos países de la África Subsahariana. Tan sólo 1 de cada 14 niños y niñas alcanza a cumplir los cinco años. De todos esos, sólo un 55% será escolarizado para que luego tan sólo un 2% termine la secundaria. Al final un tercio de los y las jóvenes de 14-25 años sabrá leer y escribir.
En Pakistán, el sexto país más poblado del planeta con 146 millones de habitantes, contempló en silencio como unas inundaciones nunca antes conocidas arrasaba con las tierras, hogares y vidas de sus habitantes. 1.200 muertos, 300.000 desplazados, más de 10 millones de niños afectados en un país dónde la mortaldad llega a 1 de cada 5 niños y niñas en sus primeros años de vida y dónde el 30% sufre desnutrición crónica.
Hoy se hablará de cómo afrontar este reto, cuál es su marco teórico y cuál su campo de acción. Una oportunidad como periodista de llegar a nuevos foros en los que ampliar la mirada sobre la actualidad y de acercarme más la realidad.